En esta antigua fábrica de curtidos de la que sólo queda la chimenea y espacios reconvertidos, sorprendimos a los invitados con una boda diferente.
No es California ni Nueva York, sino que en medio de los edificios, coches y ajetreo de Barcelona, nos encontramos con este oasis de tranquilidad, un lugar repleto de plantas y un jardín exuberante.
El espacio destinado para el banquete recuerda la fábrica que fue y contrasta con la puesta a punto del montaje de la boda.
Está claro que es un lugar perfecto para impresionar y dar rienda suelta a la imaginación.
Esther Conde